Mclaren, ante el prólogo de una batalla final: Piastri y Norris dejan en segundo plano el título de Constructores

Por: Nicolas Gabetta

La imagen fue llamativa y sembró preguntas al instante: Lando Norris, Zak Brown y Andrea Stella en el podio improvisado, celebrando un Campeonato de Constructores para Mclaren que parece haber quedado en segundo plano; Oscar Piastri, ausente. No hubo conspiración deliberada detrás de la ausencia del líder del campeonato, según explicaron los hechos: Piastri cumplió sus compromisos de control y prensa tras la carrera y, por un giro de horarios y protocolos, ya no alcanzó el momento ágil que la F1 montó para McLaren. Pero la explicación técnica —apagó el motor y con ello su radio, por lo que ni siquiera oyó el mensaje de Brown— no acalló el malestar.

El trasfondo es más grande que un cruce de agendas. McLaren se fue de Singapur celebrando su segundo título de constructores consecutivo. Pero la euforia colectiva quedó ensombrecida por una disputa que tiene ecos de otros capítulos tensos del año: Hungría, Monza y ahora Marina Bay. Piastri siente que, en varias ocasiones, las decisiones internas le han sido desfavorables. Esa sensación se acumuló y estalló tras el choque inicial con Norris, cuando el australiano consideró “injusto” que a su compañero se le permitiera mantener la posición tras el roce.

Un encontronazo en el comienzo de la carrera comenzó a definir el rumbo de la competencia para los pilotos de Mclaren.

Las “Reglas Papaya” —la filosofía de dejar competir y de aplicar la equidad interna como norma— funcionan en la medida en que ambos pilotos crean en su imparcialidad. Si uno percibe sistematicidad en el trato desigual, el sistema se resquebraja. Andrea Stella lo sintetizó con franqueza: mantener la confianza entre pilotos es esencial y complejo. “Nuestra revisión debe ser muy detallada y analítica”, dijo. “Debe tener en cuenta el punto de vista de nuestros dos pilotos, y luego formaremos una opinión común”.

El problema, sin embargo, no es solo técnico. Tiene un componente humano y psicológico. Cuando un piloto siente que se le ha negado justicia —ya sea por estrategia, por una parada, o por tolerancias con su compañero— eso mina la credibilidad del liderazgo. Zak Brown lo explicó con su estilo: no esconder lo que preocupa, “sacar el aire del globo” en cuanto algo burbujea. McLaren ha optado por la transparencia y por forzar conversaciones internas. Pero la efectividad de esa práctica dependerá de cuánto escuche realmente la fábrica y de si las medidas que salgan de esas charlas se perciben como paritarias.

Hay también un factor competitivo inmediato. Piastri lidera el campeonato y siente en carne propia el peso de la pelea. Perder puntos por decisiones internas o por incidentes domésticos puede costar un título. Y mientras tanto Max Verstappen presiona desde atrás con una racha que lo acerca. La tensión entre los pilotos no es un problema solo de egos; es un riesgo real para el objetivo mayor del equipo: convertir el título de constructores en una campaña que termine con gloria también para la categoría de pilotos.

Norris celebró en el podio la nueva corona de su equipo.

¿Qué debe hacer McLaren ahora? La gestión psicológica será clave en un momento donde Max Verstappen comienza a convertirse en una amenaza real que puede dejar a sus dos pilotos con las manos vacías. Las conversaciones mediadas, espacio para que cada piloto exponga su percepción y, sobre todo, medidas que demuestren que el equipo no favorece a nadie por inercia o conveniencia, será clave para encarrilar un rumbo que hoy parece encontrarse en un limbo.

La historia reciente de la Fórmula 1 muestra que las estructuras que dejan competir pueden funcionar. Pero funcionan si todos aceptan las reglas y confían en su aplicación. Si la balanza se inclina aunque sea ligeramente hacia un lado, la dinámica se puede desbordar. Stella lo sabe: “tenemos que ser precisos porque hay mucho en juego”, dijo. El club papaya necesita que sus pilotos crean en la igualdad de trato tanto como en la velocidad del coche.

El calendario sigue. Antes de que termine la temporada habrá tiempo para arreglar, recomponer y, si hace falta, imponer criterios más estrictos. Pero la advertencia es clara: McLaren ganó la corona de constructores. Ahora debe demostrar que también puede gestionar la corona humana que sostiene a sus pilotos. Si falla en esto, su ventaja técnica de hoy podría evaporarse en disputas internas mañana. Y en un campeonato tan apretado, cada grieta cuenta.

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