En Ferrari sienten que se agota el tiempo. El clima en Maranello carga con una tensión que, con el correr de los años, se vuelve tan habitual como apremiante. Una vez más, la sensación de no estar a la altura de las expectativas apura y amenaza con rodar cabezas. Hasta el momento, nada ha sido como se esperaba: ni la llegada de Lewis Hamilton es un cuento de hadas, ni el SF-25 es un auto fiable. Y Fred Vasseur tambalea. Por eso, apuestan a que el Gran Premio de Austria sea un punto de inflexión en la temporada con la presentación de una actualización clave que apunta a solucionar la raíz de todos los problemas.
La Scuderia llevará a un nuevo suelo a Spielberg. En los papeles aparece como el primer gran paso de corrección tras una serie de errores conceptuales que condicionaron el rendimiento del auto desde el arranque y, según fuentes italianas, obligaron al departamento técnico a reconfigurar desde cero el rumbo del desarrollo. Esto limitó, de forma muy evidente, el rendimiento de ambos pilotos en lo que va de la temporada.
Esta nueva superficie fue diseñada a partir de las inconsistencias de correlación detectadas en Australia. La idea era presentarla en Silverstone, pero llevarla a pista antes habla de la urgencia: el apuro por mostrar signos de vida. Porque el campeonato no espera y la presión mediática, interna y externa, crece con cada error de estrategia, cada fin de semana gris, cada oportunidad desaprovechada y cada resultado errático.

Uno de los principales problemas que ha sufrido la Ferrari de 2025 fue la incapacidad de generar carga aerodinámica en un margen operativo amplio de rendimiento. En resumen, nunca se ha podido exprimir al máximo el potencial del monoplaza. Por eso, este paquete aerodinámico representa un punto de partida para abrir una nueva ventana de competitividad, aunque, desde Italia, señalan que esperan avances pero no milagros.
La ilusión era enorme, pero la realidad ha sido más dura de lo esperado. La temporada 2025 para Ferrari es un terreno de contrastes: una base sólida, pilotos de primer nivel y, sin embargo, un coche con limitaciones estructurales que han restringido su capacidad de acción. Sin ir más lejos, The Race reveló que, durante las últimas carreras, los problemas se acentuaron con la necesidad constante de aplicar lift and coast —una técnica que obliga a los pilotos a levantar el pie del acelerador antes de frenar—, lo cual compromete seriamente el rendimiento. Y no fue un solo motivo: en Canadá esta técnica fue usada para preservar frenos; en España, para evitar el desgaste excesivo de las planchas de suelo, el motivo que derivó en la descalificación de China.

Esta obligación táctica no solo limita la capacidad de los pilotos de atacar o defender, sino que desnuda una fragilidad interna del SF-25 que condiciona todo lo demás. Por eso la llegada del nuevo paquete en Austria genera tanta expectativa: el objetivo principal es reducir la dependencia del lift and coast, ofrecer mayor libertad estratégica, optimizar el equilibrio en curvas de alta carga y, en definitiva, dar aire fresco a un monoplaza que muchas veces corre atado. No será una solución mágica, pero puede ser el principio de una etapa más competitiva para la segunda mitad del año.
El apuro nace de la presión externa, ya que el rendimiento de Ferrari creó una tormenta en la que Fred Vasseur es el más expuesto. Las voces que ponen en tela de juicio su continuidad crecieron tras Canadá y aunque internamente aún goza de respaldo, los resultados mandan. El hecho de haber adelantado el debut de las nuevas piezas es un mensaje doble: hacia adentro, una señal de compromiso; hacia afuera, una respuesta urgente. En Maranello lo tienen claro: deben responder con resultados inmediatos.
Ferrari necesita mejorar, pero no corre el foco de 2026
Ferrari está obligado a jugar en dos frentes. Mientras intenta rescatar algo de rendimiento en 2025, el desarrollo a fondo del proyecto 678, es decir, el auto de 2026, ya se lleva toda la atención del túnel de viento. Desde mediados de junio, el SF-25 dejó oficialmente de recibir pruebas aerodinámicas en esa área. Es un gesto elocuente: el futuro ya está en marcha. De hecho, en Fiorano ya se probaron piezas adaptadas al nuevo reglamento con un coche mula, donde incluso se pudo ver un alerón delantero pensado para Monza, con perfiles extremadamente descargados, simulando la menor carga aerodinámica que regirá a partir del cambio reglamentario.

En ese sentido, el calendario se mantiene inalterado. Lo que en enero estaba planeado, hoy se ejecuta sin desvíos. La apuesta de fondo es ambiciosa: que Ferrari llegue a 2026 con un coche nacido de un proceso largo, meticuloso, sin improvisaciones. La unidad de potencia, en particular, representa un desafío enorme por los requerimientos técnicos que impone la nueva normativa. Lo aerodinámico también será un terreno crítico, y las decisiones clave, en áreas como suspensión o distribución de masas, se están tomando ahora mismo. Por eso, si 2025 termina siendo otro año de transición, la idea es que sea una transición con rumbo que desembarque en una base sólida.
En ese punto se juega el futuro inmediato del Cavallino. En cómo gestione este presente incómodo y cómo siembre para ese mañana estará marcado el destino. En Ferrari, más que en cualquier otro equipo, cada carrera importa. Y cada victoria, cada decisión técnica, cada nombre que pisa el box, cada error, cada intento fallido, se graba con fuego. Por eso la reacción es tan importante. Austria será la búsqueda de un despertar que ofrezca más certezas para encarar el 2025 y mayor tranquilidad para desarrollar, de la mejor manera posible, el proyecto 2026.