Ferrari al borde del colapso: Maranello se tambalea ante un presente desolador y un futuro incierto

Por: Nicolas Gabetta

Ferrari atraviesa una de las crisis más profundas de su historia moderna. Lo que alguna vez fue sinónimo de perfección y gloria, hoy parece un eco distante. El Cavallino Rampante perdió rumbo, confianza y liderazgo. Y, lo más preocupante, también perdió la fe de sus propios hombres.

Desde 2007, cuando Kimi Räikkönen logró el último título de pilotos, y 2008, el último de constructores, Ferrari se acostumbró a vivir de la nostalgia. Hubo temporadas prometedoras, victorias aisladas, ilusiones fugaces. Pero nada que devolviera la corona a Maranello. Año tras año, el mismo ciclo: arrancar con esperanza y terminar entre reproches.

El Gran Premio de Singapur de este pasado fin de semana fue otra muestra de ese derrumbe lento. Charles Leclerc y Lewis Hamilton se encontraron con un SF-25 sin frenos, sin ritmo y sin aspiraciones. Desde la octava vuelta, el monegasco debió aplicar la técnica de “lift and coast” para conservar el sistema de frenos, lo que lo dejó indefenso ante rivales con mejor tracción y ritmo. Su sexto puesto fue un castigo previsible. “No tenemos un coche para luchar con los de adelante. McLaren, Red Bull y Mercedes están en otra liga”, reconoció con impotencia.

Vasseur no ha podido enderezar el rumbo de Ferrari.

Fred Vasseur, jefe de equipo, intentó calmar las aguas. Admitió que la carrera fue “frustrante”, pero aseguró que “Ferrari tiene potencial para cerrar fuerte la temporada”. En Italia, las declaraciones no cayeron bien. La Gazzetta dello Sport lo destrozó: “La lista de excusas de Vasseur se está volviendo vergonzosa”. Lo acusan de no asumir responsabilidades, de culpar a exingenieros y de no mostrar liderazgo en el box.

El problema no es sólo técnico. Es estructural. Dentro de Maranello, las tensiones son cada vez más visibles. Los departamentos de la Gestione Sportiva no hablan el mismo idioma. Las áreas de desarrollo y estrategia se contradicen. Según filtraciones publicadas por Corriere dello Sport, Vasseur tuvo una fuerte discusión con un ingeniero de alto rango tras la clasificación en Singapur. Y en el paddock ya se comenta que John Elkann y Benedetto Vigna, las máximas autoridades de Ferrari, viajaron a Maranello para encabezar una reunión de urgencia.

Charles Leclerc, siempre defensor del escudo, comienza a perder la paciencia. La frustración se le nota en la radio, en las declaraciones y en la mirada. “Queremos luchar por victorias, pero a veces no somos más que pasajeros del coche”, lamentó. En privado, el entorno del piloto admite que empieza a evaluar alternativas fuera de Ferrari de cara a 2027. Después de todo, su talento merece un auto que lo acompañe.

Lewis Hamilton tampoco escapa al mal momento. Llegó a Ferrari como una pieza clave para acelerar la evolución del proyecto, pero la Scuderia no le da herramientas para competir. En Singapur también sufrió los frenos y terminó sancionado. Los fanáticos esperaban un liderazgo compartido entre el británico y Leclerc, pero el auto destruye cualquier intento de construir confianza.

El problema más grande es el que se asoma en el horizonte. En 2026 entrará en vigor una de las revoluciones técnicas más grandes de la historia de la Fórmula 1. Nuevos motores, nuevas unidades híbridas, nuevas reglas aerodinámicas. Y Ferrari, según admiten en Sky Italia, “está lejos de tener su proyecto listo”. El miedo a repetir errores pasados es real. Si el coche del nuevo reglamento nace mal, el Cavallino podría quedar años rezagado.

Hamilton y Leclerc han mostrado su fastidio en el último tiempo.

Elkann y Vigna lo saben. Por eso, según trascendió, han ordenado revisar cada área del proyecto 2026. Buscan un cambio cultural, no solo técnico. El problema es que los plazos apremian y la paciencia se agota. Si Ferrari no muestra señales de mejora en las próximas carreras, el puesto de Vasseur volverá a estar en duda. Y entonces ya no habrá excusas que valgan.

Ferrari no sólo necesita velocidad. Necesita identidad. Recuperar el espíritu de la escudería que alguna vez fue imparable. Hoy, entre los errores de estrategia, los problemas de fiabilidad y los choques internos, la sensación es de naufragio. En Singapur, el equipo volvió a mostrar que el mito puede quebrarse.

El futuro inmediato es incierto. Lo único claro es que el tiempo de las explicaciones se acabó. Ferrari tiene seis carreras para demostrar que sigue viva. Si no lo hace, la era moderna del Cavallino Rampante quedará marcada por algo peor que la derrota: la resignación.

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