La Fórmula 1 siempre fue tan política como deportiva, y en Italia, pocas cosas combinan esas dos dimensiones como Ferrari, el equipo más ganador de la historia. La Scuderia representa la pasión de un país, el símbolo de su ingeniería, su diseño y su carácter competitivo. Sin embargo, hay una grieta que nunca logró cerrar: la ausencia de pilotos italianos en su proyecto principal. Y en 2025, esa herida volvió a sangrar con fuerza ante el surgimiento del fenómeno Andrea Kimi Antonelli, la joya de Mercedes.
Con apenas 18 años, Antonelli está revolucionando el paddock. Corre su primera temporada en la Fórmula 1 con una madurez increíble y ya ocupa el sexto lugar del campeonato con el equipo alemán. Es rápido, preciso y confiable. Y, sobre todo, es italiano. Por eso, cuando Luca di Montezemolo —expresidente de Ferrari durante dos décadas— habló sobre él en Sky Italia, el tono fue de orgullo mezclado con resignación: “Andrea Kimi Antonelli es un piloto de primer nivel. Me da pena verle en Mercedes. Es de Bolonia, como yo”, confesó.

Montezemolo, uno de los dirigentes más influyentes en la historia moderna de Ferrari, reconoció que no lo habría subido al equipo principal directamente con 18 años, pero sí lo habría integrado al ecosistema: “Le habría puesto en Sauber para que estuviera dos años allí. Toto Wolff supo encontrarle y criarle, como hizo McLaren con Lewis Hamilton”. La referencia no es menor: Hamilton fue fichado como reemplazo de Sainz por Ferrari, pero hoy marcha por detrás de Antonelli en el campeonato.
Italianos en Ferrari: un historial distante
La tristeza de Montezemolo tiene historia. Ferrari no tiene un campeón del mundo italiano desde Alberto Ascari, bicampeón en 1952 y 1953. Desde entonces, y a pesar de tratarse del equipo nacional por excelencia, ningún piloto local volvió a consagrarse con la Scuderia. Lo que es más: en más de tres décadas, solo Ivan Capelli corrió una temporada completa como titular, en 1992, con resultados decepcionantes. El resto —Larini, Morbidelli, Luca Badoer, Fisichella— apenas tuvieron oportunidades fugaces, generalmente por lesiones o urgencias.
Durante los años dorados de Michael Schumacher y la era de Jean Todt, Ferrari apostó por talento extranjero ya consolidado. Y con Montezemolo a la cabeza, la política fue la misma. Aunque en 2012 el entonces presidente propuso que las escuderías cliente pudieran usar coches del año anterior si alineaban un piloto italiano joven, la medida nunca prosperó y el propio Ferrari Driver Academy, que tuvo en sus filas a Raffaele Marciello y Antonio Fuoco, no logró desarrollar talentos nacionales al nivel esperado.
Uno de los motivos que muchos señalan para esta distancia es el peso simbólico de correr para Ferrari siendo italiano: la presión mediática, el juicio constante del público local y el nacionalismo exacerbado pueden transformarse en una mochila emocional difícil de soportar. Si a esto se le suma una racha de casi 20 años sin títulos, la presión se potenciaría. Además, Italia tampoco había arrojado un talento digno de conducir para la Scuderia hasta este momento.
El caso Andrea Kimi Antonelli: ¿la oportunidad perdida definitiva?
El surgimiento de Andrea Kimi Antonelli agudiza todas estas cuestiones. Formado en el entorno de Mercedes, protegido por Toto Wolff y comparado con talentos precoces como Verstappen o Hamilton, representa lo que Ferrari no logró construir. “Italia tendría sus dos principales referentes juntos, escudería y piloto. Eso nos haría sentirnos más dentro del campeonato”, se lamentó Montezemolo.

Mientras tanto, Ferrari sigue apostando a una dupla extranjera: Charles Leclerc y Lewis Hamilton. El primero es la gran ficha de presente y futuro de la casa italiana, mientras el segundo llega como leyenda viva, pero en una etapa incierta de su carrera. Aunque Montezemolo elogió el trabajo del equipo, también deslizó una crítica velada a la Scuderia: “A veces le falta liderazgo. No sólo se necesita motivación: hace falta tiempo y organización para volver a tener un coche ganador”.
Andrea Kimi Antonelli representa el piloto que Ferrari soñó durante décadas y que, una vez más, se le escapa entre los dedos. El lamento de Montezemolo es más que una observación emocional: es el reflejo de un vacío estructural y simbólico que la Scuderia nunca terminó de resolver. Mientras Italia vibra por el presente de su joven promesa y sufre por la ausencia de victorias de Ferrari, lo hace con una certeza incómoda: eran dos caminos destinados a cruzarse, que hoy parecen estar más lejos que nunca.