La misma determinación e ímpetu que transformaron a Max Verstappen en un indiscutible tetracampeón mundial siempre fueron un arma de doble filo, capaces de convertirlo en un prodigio al volante que en determinados momentos puede volverse bomba de tiempo a punto de estallar. El Gran Premio de España expuso esa segunda faceta con una crudeza pocas veces vista: una maniobra absurda contra George Russell, nacida del enojo propio de la frustración, le costó una sanción durísima y lo dejó peligrosamente cerca de perderse una carrera por acumulación de puntos en su licencia.
Verstappen es un piloto que juega al límite, que no le teme al abismo porque casi siempre lo ha dominado. Se ganó el respeto del paddock con talento puro y una agresividad quirúrgica. Pero cuando pierde el control, cuando la emoción supera al talento, ese fuego sagrado que lo caracteriza se convierte en un problema.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió en Montmeló, cuando deliberadamente fue a chocar a Russell luego de devolverle posición tras un relanzamiento confuso. Una acción que le valió diez segundos de penalización, tres puntos en la licencia y el décimo lugar en la clasificación final. Varios de los puntos que logró capitalizar gracias a su manejo en carreras anteriores, los perdió en un solo instante.
En principio, Verstappen fue una víctima de Red Bull, un equipo que no le otorgó el auto capaz de pelear con los McLaren, que lo llevó a una estrategia equivocada que lo dejó a merced de sus predecesores sobre el final de la carrera y que lo instó a devolver una posición que no debía. El holandés falló al verse en desventaja en varios aspectos, pero desde el muro de boxes lo dejaron claramente desprotegido.

En concreto, Red Bull le pidió que devolviera la posición tras una primera maniobra polémica en la curva 1, en medio del caos que implicó la reanudación de la competencia. Verstappen lo hizo, pero a su manera: lo dejó pasar en la curva 4 y lo embistió en la 5. Fue una expresión de ira, de bronca mal procesada, frustración acumulada y un juicio nublado.
Lo cierto es que, tras la carrera, no hubo lugar para los arrepentimientos: solo se animó a calificar el incidente como un “error de juicio”. Incluso ironizó con una frase desafiante dirigida a Russell: “Está bien, traeré unos pañuelos la próxima vez”. Pero el lunes, en un gesto poco habitual en él, Verstappen bajó el tono. En una publicación en redes sociales, aceptó la culpa y dijo que sus emociones habían superado el límite. “Siempre lo doy todo por el equipo y las emociones pueden estar a flor de piel. A veces se gana y a veces se pierde”, escribió. Sin embargo, el enorme daño ya estaba hecho.
Los errores de Red Bull caen como ficha de dominó al accionar de Verstappen
La historia no empezó en la curva 5 ni en el duelo con Russell. Empezó unas vueltas antes, cuando el coche de seguridad salió a pista en el peor momento posible para Red Bull. Hasta entonces, Verstappen venía ejecutando una estrategia de tres paradas agresiva para mantenerse en contacto con los McLaren, tenía controlado a Leclerc y el tercer lugar del podio era un resultado sellado que claramente minimizaba daños.
Pero cuando todos se reagruparon, llegó el dilema: ¿entrar a boxes o no? Verstappen pidió neumáticos nuevos. Y los tuvo. El problema fue que el único juego disponible era de compuestos duros. “¿Por qué demonios…? ¿Qué neumático es este?”, preguntó el campeón por radio al ver el flanco blanco. La indignación era evidente. El compuesto duro había sido descartado por casi todos durante el fin de semana por su bajo agarre, falta de temperatura y comportamiento impredecible.
Esto quedó evidenciado en solo unos metros. Leclerc lo superó apenas se relanzó la prueba y Russell lo apretaba con un auto más estable. En ese contexto, presionado, sin tracción y con los nervios a flor de piel, Verstappen entró pasado a la primera curva y reaccionó de la peor manera. Y lo pagó caro. Pero lo más llamativo es que, según se supo luego, ni siquiera hacía falta devolver la posición a Russell, ya que la FIA consideró que Max había sido obligado a salirse de pista. Red Bull se adelantó por miedo a una penalización futura, ante la falta de una respuesta clara de los comisarios.
“Basado en incidentes recientes, todo es subjetivo”, explicó Horner. “Pedimos claridad a la FIA y no obtuvimos respuesta. Preferimos ir a lo seguro y devolver la posición”. Ese intento de prevenir una sanción terminó generando una peor. Porque con neumáticos inadecuados, frustrado y bajo presión, Verstappen tomó una decisión impulsiva que lo dejó al borde del abismo.
La comparación con otros episodios de su carrera no tarda en llegar. Desde el célebre brake test a Hamilton en Arabia Saudita 2021 hasta múltiples choques en sus primeros años en Red Bull, Verstappen ha demostrado que sus emociones pueden jugarle en contra. Sus reacciones denotan una gran impulsividad ante la frustración. Russell no es nuevo en su lista de rivales predilectos. Pero esta vez, el costo fue mucho más alto.
Verstappen comprometió su propia temporada
El problema ahora es mayor. Con tres puntos nuevos en su licencia, Verstappen llegó a 11, y con 12 vendría automáticamente una suspensión de carrera. Sin puntos que se borren hasta después del GP de Austria, está obligado a no cometer ni el más mínimo exceso en las próximas dos citas: Canadá y justamente el Red Bull Ring.
Para un piloto acostumbrado a transitar el límite, eso no es un desafío menor, sino una auténtica amenaza. Christian Horner lo dejó claro: “Solo tiene que mantener la calma en las próximas carreras. No se puede garantizar nada”. Y para alguien que se encuentra a 49 puntos del líder y con un auto inferior, perderse una carrera es casi sentenciar la temporada.

En el fondo, esta fue una carrera que Red Bull también perdió desde el muro. Su estrategia los arrinconó, su elección de neumáticos los condenó y su piloto reaccionó como no debía. McLaren no solo fue más rápido: fue más inteligente, más firme, más sereno, impasible ante cualquier escenario y avalado por un rendimiento tranquilizador. Eso, en la Fórmula 1, puede valer mucho más que unas décimas por vuelta.
Justamente, el fin de semana en el que en Milton Keynes proyectaban como un renacer, terminó siendo casi condenatorio. No hubo cambio reglamentario que pudiera con el rendimiento de McLaren, ni estrategia posible que diera vuelta el rumbo de la carrera. Y cada decisión, desde boxes o desde el accionar de Verstappen, terminó socavando el resultado final. Un golpe para Red Bull del que deberá recuperarse de inmediato: le quedan menos de dos tercios de temporada para lograr retener la preciada corona, que hoy parece más lejos que nunca.