“El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar”, explica Sun Tzu en El Arte de la Guerra, uno de los libros más influyentes de la historia. De cara a esta definición del campeonato, Lando Norris implementó esta filosofía al pie de la letra y construyó un resultado que lo llevó a convertirse en campeón mundial.
La lectura de Mclaren fue perfecta y estuvo acompañada por una ejecución impecable del nuevo rey de la categoría. Verstappen largaba adelante y podía ralentizar la competencia al estilo de Hamilton en 2016, lo que conllevaría riesgos importantes para el líder del certamen. Por eso, en Woking optaron por desdoblar la estrategia, poner a Piastri a buscar su triunfo y conservar a Norris en la zona segura de podio.
Esto le permitía al equipo británico tener al australiano como aspirante al título si algo fallaba con el conductor número 4 y, a la vez, mantenerlo como una carta a sacrificar en el caso de que algún piloto de Mercedes o Ferrari pudiera arrebatarle la posición de podio a Norris. La estrategia fue pensada al detalle: por primera vez en la temporada, todo estaba bajo control en Mclaren.
Poco pudo hacer Max Verstappen más que limitarse a ganar la carrera. El tetracampeón cedió la corona parándose en lo más alto. Aún con una desventaja técnica notable con respecto a sus competidores, tuvo la grandeza de pelear hasta la última vuelta forzado por un talento indiscutible que lo llevó a exprimir al máximo las limitadas prestaciones que Red Bull le facilita desde hace algo más de un año.
Pese al triunfo de Red Bull, Mclaren manejó el juego desde los semáforos hasta el final, exponiendo la eterna falencia del equipo de Milton Keynes: cuentan con un solo piloto competitivo desde hace mucho tiempo. La apuesta por Tsunoda duró tan solo una recta. El japonés, llamado a hacer el trabajo de Checo en 2021, fue superado en una sola maniobra por Norris y terminó sancionado por barrer la pista.

“Quien sabe cuándo pelear y cuándo no, saldrá victorioso”, narró Sun Tzu hace mil años. Y eso fue exactamente lo que hizo Lando. En el momento en el que tuvo que pasar autos para no perder tiempo, manejó como un verdadero campeón mundial. Aprovechó la superioridad de su ritmo y las circunstancias para anteponerse ante cada rival sin perder tiempo. El llamado de “evitar lo fuerte y atacar lo débil” estuvo puesto al servicio de las circunstancias.
A partir de ese momento, todo se centró en mantener a Charles Leclerc detrás, ya que el monegasco era el único capaz de imprimir un ritmo medianamente competitivo en una carrera donde Mercedes estuvo completamente ausente. Fue suficiente para “vencer sin derramar sangre”, como reza el famoso manuscrito milenario. Alcanzó, sobró y bastó con el ritmo de la auto papaya para mantenerlo controlado hasta la bandera a cuadros.
Habrá tiempo para hacer retrospectiva. Mclaren se podrá cuestionar por qué no resolvió antes la historia. Piastri deberá contabilizar los errores que lo llevaron a perder un terreno que prácticamente tenía conquistado y Max Verstappen podrá lamentar la incursión de Antonelli, quien defendió ante él con una pericia notable en Interlagos y sucumbió pronto ante la presión de Norris en Qatar.
Pero la gloria le pertenece a los que más la anhelan. Con un trabajo impecable, Lando Norris pasó a la eternidad. No necesitó seguir estereotipos, no buscó incorporar una rudeza o deslealtad que no le pertenecía. Fue auténtico y ganó la batalla a su modo. Así, fue bendecido con lo que más deseaba.
Fue una consecuencia de un camino largo plagado de espinas. El joven de Bristol transitó de la mano de Mclaren una búsqueda que parecía utópica hasta que empezó a manifestarse. En el momento en el que se subió al auto, el equipo papaya era el sexto de la parrilla y había terminado la temporada 2018 a casi 600 puntos de Mercedes.
Norris fue la piedra angular de la reconstrucción de Mclaren. Estuvo acompañado de un gran Carlos Sainz en primera instancia, mostró sus cartas y todos sus dotes ante Daniel Ricciardo y supo lidiar con un talento notable como Oscar Piastri. Se ganó su lugar y tocó el cielo con las manos antes que otros que parecían predestinados. Fue el premio de haber tomado la decisión de permanecer cuando Mercedes llamaba a la puerta o mientras otros escapaban.
De esta manera llegó el cierre de una era en la Fórmula 1, que por primera vez desde 2009 tiene un piloto campeón que no es de Red Bull ni de Mercedes. Una generación entera hoy vio, por primera vez, ganar a un auto distinto. Un MCL39 que será eterno mientras aguarda por el devenir de un futuro incierto. Nadie sabe lo que pasará a partir de 2026, ya que la Fórmula 1 tendrá uno de los reinicios más grandes de los últimos años.
El éxito futuro será consecuencia de un trabajo bien ejecutado y la gran prueba de todo esto se vio hoy, donde quedó evidenciado que la historia le pertenece a quien planifica con calma, actúa con precisión y nunca deja que la emoción gobierne su estrategia. Hoy, tras haber recorrido un camino que le permitió batallar de la forma más inteligente posible, Lando Norris conquistó el mundo.


