Mónaco, dos paradas y una certeza: un caos artificial que lejos estuvo de ser una carrera

Por: Nicolas Gabetta

Por más que lo intente, la Fórmula 1 no puede solucionar el enigma de Mónaco. Puede maquillarlo, disfrazarlo, agregarle condimentos, normativas o estrategias forzadas. Pero el resultado siempre termina siendo una variante del mismo escenario: autos demasiado grandes, una pista demasiado angosta y una procesión pintoresca con muy poca acción real. Este año, el experimento fue uno de los más osados de la historia reciente: obligar a todos a realizar dos paradas en boxes, una medida inédita con la intención de agitar un poco las aguas del Mediterráneo. ¿Funcionó? Depende qué se entienda por funcionar.

Si el objetivo era aumentar los adelantamientos y la carrera pura que pretende el automovilismo, el balance es desolador. Pero si se buscaba generar caos estratégico, polémicas por doquier y abrir un nuevo capítulo en el manual de las tácticas grises, entonces puede considerarse un acierto. Mónaco 2025 quedará como un caso de estudio, no tanto por la emoción en pista, sino por la creatividad con la que varios equipos torcieron el reglamento hasta lo más fino de su interpretación.

El truco monegasco de rodar lento: los cimientos para conseguir un resultado

Racing Bulls fue el primero. En la apertura del primer stint, le dieron la orden a Liam Lawson —que venía noveno— de frenar deliberadamente al pelotón. ¿El motivo? Crear una brecha suficiente para que Isack Hadjar, su compañero que iba quinto, pudiera hacer su parada sin perder posiciones. Fue una jugada quirúrgica, pero a la vez grotesca. Williams no tardó en replicarla con Albon, que incluso se disculpó en público: “Sé que dimos un mal espectáculo a todos”. Pero no les quedó otra. En sus palabras: “No queríamos hacerlo… pero Racing Bulls lo empezó, y después hay que hacerlo”.

Lawson fue el primero en aplicar la polémica estrategia.

Mercedes, que fue la gran víctima de esta situación al ver a sus dos pilotos atascados, también lo terminó haciendo. Utilizó a Kimi Antonelli como freno móvil para que George Russell pudiera ganar espacio. El británico fue el más descarado, quien se reveló ante la norma: cortó la chicane delante del puerto para adelantar a Albon, consciente de que la penalización sería mejor que soportar pasivamente el atascamiento. “Quería disfrutar de Mónaco. Y lo hice”, dijo sin tapujos. Terminó 11º, pero su maniobra dejó una marca: si esto no se regula, el “vale todo” se convierte en una constante.

Los organizadores intentaron alterar el curso natural del GP más predecible del calendario con una regla sencilla: dos paradas y el uso obligatorio de tres compuestos diferentes de neumáticos. Pero abrieron una caja de Pandora. Como reconoció Carlos Sainz, beneficiario y víctima al mismo tiempo: “Cada año la gente lo hará más y más. Se ha convertido en una tendencia”.

La carrera se volvió una partida de ajedrez de mala gana, en la que todos sabían que jugar limpio era sinónimo de perder. “El ritmo estaba tan manipulado que era imposible correr normalmente sin quedar fuera de los puntos”, explicó Albon. La F1 creó una situación en la que frenar era la mejor estrategia, y en la que el segundo piloto de cada equipo tenía como única función bloquear al resto.

Incluso Russell fue más allá: “Conducir a cuatro segundos del ritmo acá es facilísimo. Nuestro estratega dijo que cualquier ventaja de menos de tres segundos implica un 0% de posibilidades de adelantamiento. Se necesitan 4,5 para tener un 50%”. Así de crudo. Así de ridículo.

¿Qué hacemos con Mónaco?

La pregunta ya no es nueva, pero gana volumen cada año. ¿Qué se puede hacer con Mónaco? La pista no debería cambiar. Los autos no van a reducirse de tamaño en forma tan considerable. El techo presupuestario obliga a todos los pilotos a ser excesivamente cuidadosos con las piezas. Y las soluciones artificiales —como la doble parada obligatoria— sólo consiguen generar distorsiones cada vez más difíciles de justificar, alejando a la competencia de lo que verdaderamente es: una carrera de autos.

Históricamente la clasificación en Mónaco siempre fue decisiva, pero con el correr del tiempo esto se ha vuelto cada vez más preponderante por el hecho de que es fácil manipular el ritmo y cubrir espacios. Lo verdaderamente fascinante de Mónaco está en el sábado, cuando los márgenes son milimétricos y la tensión se corta con bisturí. La carrera del domingo es, casi siempre, una ceremonia estética más que una competencia. Y esto debería cambiar.

Sainz reconoció que no estaba feliz tras correr de esa manera en el Principado.

Nadie quiere ver 78 vueltas de pilotos jugando a la tortuga. Nadie quiere una categoría donde adelantarse implique rezar por un accidente, una parada mal ejecutada o una decisión temeraria como la de Russell. O que las fuerzas del destino con una bandera roja decidan sea la única forma de torcer la historia. La Fórmula 1 no puede permitirse que su carrera más emblemática sea, al mismo tiempo, la más anacrónica.

Este año, intentaron cambiar algo. Pero como dijo Sainz, nadie lo disfrutó realmente. Él, Albon, Russell, todos parecen coincidir: las reglas nuevas no solucionaron nada. Sólo hicieron más obvio lo que ya sabíamos. Que en Mónaco, todos, tarde o temprano, terminan convertidos en peones de un plan mayor dictado desde el muro de boxes. Que manipular el ritmo de carrera es tan efectivo que sería poco inteligente no hacerlo.

Quizás una solución a esto sea dividir el fin de semana en dos. Una clasificación con una Sprint el sábado. Y largar el domingo las 78 vueltas con una parrilla invertida de acuerdo al campeonato. De esta manera, los McLaren y Verstappen tendrían la misión de remontar desde el fondo con autos más veloces. Y los Sauber o Haas, la posibilidad de mantenerse adelante. Hacer algo distinto con una carrera distinta. Generar emoción pero también apelar a las bases: convertir Mónaco, otra vez, en una carrera de autos.

Una nueva edición del circuito más épico de la temporada ha quedado atrás. Y, otra vez, no estamos analizando maniobras brillantes, sino estrategias de bloqueo diseñadas con escuadra. La F1 debe decidir si Mónaco es una postal de antaño o una competencia en pista Y actuar en consecuencia. Porque lo de este año, por más divertido que haya sido para algunos, fue todo menos una carrera de autos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Auspiciantes:

No data was found

ÚLTIMAS NOTICIAS